Él me pidió que me pare y se quedó mirándome, como investigando mi cuerpo, atento a mis gestos y movimientos. Hasta ese momento habíamos estado hablando tranquilos, tomando algo, con el juego de miradas de siempre, pero nada más.
Su mirada me inquietó bastante, era desconocida, desafiante. Con un tono imperativo me pidió que termine el trago. Lo hice, al parecer no tenía opción. Mi respiración se aceleraba cada vez más. Al dejar el vaso en la mesa él se acercó por atrás y me vendó los ojos. Yo no podía moverme. Al sentir cómo él anudaba el pañuelo un calor recorrió todo mi cuerpo, las piernas empezaron a temblarme.
- Al piso putita, en cuatro patas – me dijo.
Obedecí como si hubiera recibido órdenes suyas desde siempre. Todas las dudas se esfumaban de mi mente por la calentura que me hacía sentir su forma de hablar y su presencia. Ya estaba mojada.
Pasó un rato y nada, escuchaba solamente sus pasos por el cuarto. Quería preguntar, moverme, sacarme la venda, o algo… pero sabía que no debía hacerlo. Me quedé en cuatro patas en el piso, sin hacer nada. Pero mi cabeza empezó a funcionar nuevamente.
Suena el timbre.
- ¿Que pasa perrita? Estás temblando… tranquila.
Él se acerca a acariciarme la cabeza. Vuelvo a sentirme un poco mejor, entre excitada y cuidada, tranquila, y con mucha adrenalina a la vez. Escucho sus pasos hacia la puerta.
Cuando se abre escucho otros pasos, no estoy segura si son de una o más personas.
Siento a alguien acercarse, es él, al oído me dice: - Las perras no tienen ropa, cierto? Quiero que te pares, que te desnudes y que vuelvas a tu posición, entendido?
Asentí con la cabeza, como si no tuviera miedo de nada, e hice todo lo que me ordenó. Me paré tratando de que no se note el temblor, me saqué la ropa lentamente y volví a mi posición anterior.
- Levantá ese culo putita, dale. No te hagas la tímida conmigo. Sé que te gusta estar así para mí.
Separé un poco más las rodillas y quebré la cintura, dejando mi culo bien parado. En ese instante sentí una mano en el interior de mis piernas, caliente, grande, no era su mano...
- Portate bien perrita, haceme quedar bien. – Me dijo al oído él mientras otra mano me recorría.
Cuando termina de decirme esto siento otra mano más por la espalda y otra en el cuello. Empecé a darme cuenta de que había mínimamente dos personas más en la habitación.
Me empecé a mojar, a chorrear… Siento su mano en mi concha, me lleva sus dedos mojados a la boca y me dice que esa es la prueba de lo puta que soy. Me ordena que le limpie todos los dedos con mi lengua. Mientras tanto las otras manos me recorrían, cada vez más frenéticamente todo el cuerpo. Empecé a sentir vergüenza por estar tan excitada, con hombres que no conocía, que ni siquiera estaba viendo. Pero la calentura era mayor, y no podía disimularla. Empecé a desear que hagan más, y al parecer el estaba en mi mente.
- Yo sé que querés pija perra, pero todavía no te la merecés. No estás ni cerca. Vas a tener que ganártela. Olés?
Siento el olor de su pija cerca. Me estaba muriendo de calentura y empecé a buscarla con mi boca, desesperada. La quería. La necesitaba.
- Así te quiero ver trola, desesperada por mi pija, vení a buscarla.
Tuve que gatear unos metros para encontrarla, y cuando lo hice la chupé como si fuera la cosa más rica del mundo. No podía ni quería parar de hacerlo. Luego de un rato siento en la boca otra pija, y la esquivo. Quería sólo la suya, la que me era familiar. Recibí un fuerte cachetazo. – Puta no estás en condiciones de decir que no hoy, está claro? Vas a tomar todo lo que se te de, y vas a agradecer por eso.
Continuará...
1 comentarios:
Que buena fantasía...y recién empieza...
Me calentó leerte. Quisiera tener muchas manos para disfrutar a esa mujer vendada
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