Milonga IX

27 de marzo de 2012
Creo que voy aprendiendo. Me mantengo en mi respiración, en el presente. No proyecto, no deseo, no prefiero. Simplemente me dejo guiar como hoja al viento.

Sin querer, ni dejar de querer, me encuentro una vez mas en la milonga. Bendita como pocas.
Me encuentro en una mesa con un amigo de corazón y una amiga de otras vidas. Levanto la mirada y te veo, una vez mas, en el lugar donde nunca te espero, pero siempre estas.

La orquesta expresa su primer suspiro, una promesa exquisita... y no puedo más que dejar mi copa y abrirme a lo que va a venir. No tengo idea, eso es lo más maravilloso, solamente me concentro en no interferir con lo que va a suceder, que no se que es...

Siento sus ganas, giro para mirarlo y me está buscando. Abrimos la pista, una vez mas.

Cosas que se repiten, pero que aparecen como algo totalmente nuevo ante mis ojos. Ya no está esa calentura, esa histeria, ese ego... mi corazón se expresa con sus marcas, y cada segundo es una oportunidad para crear algo nuevo, algo bello. Cada tanto me pregunto que verá la gente, si vera dos cuerpos, o verá todo lo demás. Pero rápidamente olvido todo eso y regreso al centro. Su cuerpo, nuestras respiraciones, mi corazón en expansión.

La melodía me da vida, la energía de la orquesta me atraviesa y juega libremente con mis pies, mis manos, mis caderas, mi pecho. ¿Que siento? Mi corazón responde fiel a cada sonido, sin dudar, sin tartamudear, responde claro y preciso, llano, entregado a la escucha del momento presente.

Una vez más, es puro amor lo que sucede. Entre tango y tango volvemos a nosotros, nos miramos y nos reímos sin poder creer lo que sucede. Volamos, lejos, entramos en un mundo secreto en el que no hay acceso para nadie mas que para nosotros y claro, la música...

Eso es todo, eso es suficiente. Volvemos a la realidad de la mesa, a la charla cotidiana. Fue suficiente, eso fue todo. Pero aparece él y lo pone en duda.
-¿Estás muy cansada para seguir? Pregunta.
-Siempre puedo ir un poco más allá, respondo.

Cuando parecía no haber lugar, aparece un nuevo abrazo. Otra película. Otra entrega. Otra forma. El mismo corazón, abriéndose hacia lo desconocido. La incertidumbre jugando entre mis tacos.

Sólo resta decir que esta noche toqué el cielo con las manos, o mejor dicho, con los pies.

Gracias. Gracias. Gracias.