– Preferimos una pobre pálida doncella como las pintadas de Holbein, pero que nos pertenezca en exclusiva, a una Venus de la Antigüedad, por muy divinamente bella que sea, pero que hoy ama a Anquises, mañana a Paris y pasado mañana a Adonis. Y cuando en nosotros triunfa la naturaleza, cuando nos entregamos con ardiente pasión a semejante mujer, sus gozosas ganas de vivir se nos aparecen como algo diabólico, cruel, y vemos en nuestra ventura un pecado que tenemos que expiar.
– O sea, que también vos soñáis con la mujer moderna, con esas pobres e histéricas mujercitas que, en su sonámbulo andar a la caza de un soñado ideal masculino, no saben apreciar al mejor de los varones y que, entre lágrimas y convulsiones, incumplen sus deberes cristianos, engañan y son engañadas, buscan y eligen y rechazan una y otra vez, nunca son felices ni hacen feliz a nadie, y se quejan del destino, en vez de confesar tranquilamente que lo que ellas quieren es amar y vivir como vivieron y amaron Helena y Aspasia. En la relación entre el varón y la hembra la naturaleza no conoce lo permanente.
– Madame…
– Dejadme terminar. Es el egoísmo del varón el que quiere enterrar a la hembra como se entierra a un tesoro. Todas las tentativas de introducir permanencia, mediante ceremonias, juramentos y contratos sagrados, es la cosa mas inconstante de la inconstante existencia humana, en el amor, han sido un fracaso. ¿Podéis negar que el mundo está corrompido?
Cartografías
Hace 4 años
1 comentarios:
No sé si puedo: quiero. Pero esta charla ya la tuve con los evangelistas y no resultó.
Se vino el frío, parece.
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