De pronto me empecé a calentar, de la nada. De manera completamente inexplicable. Empecé a pensar cosas, y a estar cada vez mas caliente. Me frotaba, me rozaba, pero no era suficiente.
No dude, ni bien me bajé del 44, en entrar al primer bar que vi. De forma cortés, como es característico en un dama, pregunté si era posible usar el baño. Con gentileza el señor de la barra me indicó el camino. Supongo que no se imaginaba cual era mi urgencia.
Por suerte estaba vacío, aunque de haber alguien, no hubiera impedido lo que ya estaba decidida a hacer. Trabé la puerta, dejé la cartera en el piso y me desabroché el jean. Me senté y empecé a tocarme. Noté lo masculino de la situación. No pensé en nada ni en nadie, sólo necesitaba agotar esa calentura que de forma inexplicable se estaba apoderando de mí. Acabé finalmente en algún bar de Belgrano, ni siquiera recuerdo cual era.
Me arreglé nuevamente, agradecí al hombre de la barra y seguí mi camino.
Cartografías
Hace 4 años