A la distancia sueño con volver a esas noches impredecibles, en donde lo único certero es mi deseo. Que no es poco. Como si estuviera enamorada. Igual.
Recuerdo la última noche, una sorpresa... En aquel lugar conocido, donde bailé hasta el amanecer con desconocidos, hasta que cada músculo de mi cuerpo rogaba piedad.
Algunos hombres me contaban algo de su vida, otros sacaban temas de charla para conocerme un poco más, o porque el silencio simplemente los ponía nerviosos, quien sabe. Y hasta uno se animó a arriesgar sobre mi vida, y debo decir que algo acertó.
Pero las palabras entre tema y tema no eran nada. Absolutamente irrelevantes. Lo único que importaba era bailar. Bailar hasta que el agotamiento me deje extasiada entre las sábanas de verano de mi cama. Bailar hasta olvidar todo. Bailar hasta escuchar en susurros al cuerpo del hombre y acompañar su movimiento a la perfección. Sí. Por momentos era perfecto. El movimiento era perfecto, la música, el gesto, la pisada, el momento... pude respirar un instante en la perfección.
¿Cuántas veces de nuestras vidas podemos sentirlo? Aunque sea al menos por unos pocos segundos. Esos segundos que en mi recuerdo, se transforman en eternos. Y cuando respiro ese aire, el resto del mundo no me es suficiente.
Por eso vuelvo. Siempre.
Cartografías
Hace 4 años