Uno, dos, tres.

25 de abril de 2011
Esa noche, entre tangos y luces, le recordé que quería hacerle un regalo: una noche con una trola y conmigo, o un encuentro libre con una amiga de él. Obviamente eligió lo segundo, y esa misma semana ya tenía el encuentro programado.
Sentí mucha ansiedad, como un cosquilleo, algo de nervios y alegría. Era una amiga de la facultad, de la que ya habíamos hablado antes. El me contó que le encantaba disfrazarse y que la cojan por la cola. Me gustó.
Llegó el día, nos despedimos con un beso. Yo empecé con mis clases, apenas podía concentrarme. Tenía ganas de que ya sea la noche. A eso de las tres de la tarde sentí cómo se paraba su pija, sí, a la distancia, sentí su calentura y empecé a extrañarlo.
Terminé las clases y me pegué una ducha. Al rato recibo un sms suyo, estaba volviendo.
Me senté a meditar un rato, porque estaba completamente descentrada. Sentía una profunda tristeza y algo de enojo también. Me sentía insegura. Cómo la habría pasado? Ella sería más linda que yo? Le habría gustado más su cuerpo, sus formas, se mente? No podía parar de pensar, hasta que al final de la meditación recordé que era un regalo para él, y me dio alegría poder dárselo. Esto es amor, pensé.
Llegó y hablamos de boludeces, me había comprado un termo nuevo (el mío ya no daba más), y hablamos durante otro rato de eso. En un momento le confesé que no sabía si quería saber o no. Hicimos un mate, me senté en sus piernas y empezamos a hablar. Me contó unos detalles de su vida, de su casa, de su gato. Me mostró una foto que ella me había enviado como regalo. Ahí me di cuenta de que no quería saber más. Le pregunté si lo había pasado bien. Era lo único que quería saber ahora. Me dijo "bien".
Esa noche casi no pude dormir. Estaba a punto de salir a caminar cuando decidí meterme nuevamente en la cama y abrazarlo. Luego de un rato largo logré desaparecer del mundo.
Al otro día no me sentía mejor, segui triste y enojada conmigo. Me puteaba por haber tenido esta ridícula idea. ¡Si estábamos tan bien! pensaba... ¿Para que mierda le habré propuesto esto? Sentí que era casi como un auto-boicot, o algo parecido.
Tuvimos el almuerzo de pascuas. El último lugar de la tierra donde quería estar... Veía al resto de las parejas, tan cómodas, hablando de hijos, de trabajo... Y yo no podía dejar de pensar que no pertenecía ahí. Que nunca lo haría. Me sentía ambivalente.
Nos fuimos. En el viaje de regreso ya me sentía mejor, y me empecé a excitar. El colectivo vino repleto, y él aprovechaba para apoyarme de tanto en tanto. Cuando llegamos a casa nos acostamos en la cama, estábamos exhaustos luego de la reunión familiar. Me acerqué y le pedí que me toque. Me dijo que me sacara el jean y la tanga, y empezó a tocarme. Me subió a su cara para chuparme, hace mucho que no lo hacía. Me di cuenta que en nuestras primeras veces lo hacia siempre, y que a ella se lo habría hecho, y lo sentí como una recompensa. Acabé en su cara. No dijimos ni una palabra.
Luego de cenar le dije en broma que me tenía que cumplir como marido, como indirecta de que quería hacerlo de nuevo, pero esta vez con él. Se subió sobre mí y me empezó a cojer. Yo me sentía muy bien. Me di cuenta de que lo había extrañado. Le pregunté si me había extrañado y me dijo que mucho. Lo sentí más excitado de lo normal, me miraba con esos ojos perversos que me queman la cabeza. Me coje con los ojos, y eso me mata. Me cojía cada vez más fuerte y me dolía, yo gritaba fuerte pero me lo bancaba, buscando ese punto en donde el dolor se convierte en placer. Estaba cada vez más mojada. Lo imaginaba cojiendo con su amiga y me moría de calentura. Supe que había hecho lo correcto. Quería darle todo. Podía darle todo.
Me dijo que me suba sobre él, empecé a moverme yo arriba. Siempre le pregunto cuando cojemos si soy su preferida, y el me contesta que no, que soy la única. Ahora podía elegir. Le pregunté entonces si era su preferida, y me dijo que sí, que lo era. Me gustó escucharlo de su boca, mientras sentía su pija clavarse cada vez más adentro. La calentura que teníamos era increíble. Tuve que parar de moverme para que no acabe. Respiramos, le di un beso y seguí. Empecé a sentir mi orgasmo y el suyo. Como nunca.
Me sentí más suya que nunca. Feliz. Completa. Con todas las incertidumbres y certezas en perfecto equilibrio.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Con tus textos me pasa de sentirte. Me siento como te sentís. Por eso me duele y me excita como si hubiera estado ahí.
Lo bueno es cuando podemos equilibrar, como hiciste vos. Muy linda entrada. Sos una buena geisha :)